Hace algunos años, cuando te comprabas una casa, lo raro era que viniera sin cocina. Lo más habitual era que la cocina viniera montada, de tal forma que únicamente tuvieras que centrar tus esfuerzos en qué electrodomésticos comprar. Pero ahora la cosa ha cambiado por completo y las cocinas, salvo excepciones lógicamente, vienen completamente vacías, algo que tiene tantas ventajas como inconvenientes.
Si ya de por sí elegir muebles para la casa se convierte en una tarea muy complicada porque quieres que todo esté precioso y que no falte detalle, muchísimo más complicado es elegir muebles para la cocina por una sencilla y lógica razón. Cuando tú vas a comprarte un sofá, ves ese sofá, no está instalado en el salón de tu casa, pero sí te puedes hacer una idea porque lo ves, lo tocas y puedes sentarte en él. Lo mismo ocurre con una cama o con una estantería.
Cuando vas a tiendas de muebles de salón o dormitorio por primera vez, sales con la sensación de que ya no sabes ni qué quieres ni qué te gusta más o menos, cambiando de opinión en numerosas ocasiones e incluso corriendo el riesgo de que llames a la tienda a las pocas horas para pedir un cambio de pedido. Pues de una tienda de muebles de cocina sales con muchísimas más dudas aún.
Nunca verás realmente tu cocina hasta que esté en tu casa
Todo esto ocurre por la razón tan básica y lógica como que no puedes ver los muebles de tu cocina montados en ninguna tienda. Tal y como ocurre en el resto de tiendas de muebles, tienes mil y un catálogos con diferentes fabricantes y casas de muebles y varias cocinas montadas, pero ninguna será jamás la tuya. Es prácticamente imposible que las medidas exactas de tu cocina estén montadas en la tienda.
Partiendo de esa base, las preguntas que hay que hacerse antes de entrar en una tienda de muebles de cocina son básicamente cuatro. La primera de ellas, por supuesto, con qué presupuesto cuentas, muy importante a la hora de elegir tanto el material del mueble como los acabados. La segunda qué distribución quieres que tenga tu cocina, dónde quieres que vayan unos u otros muebles. La tercera es cómo es tu cocina, tanto a nivel metros cuadrados como de qué color son los azulejos. Y, por último, y no por ello menos importante, al contrario de hecho, es cómo es la iluminación de tu cocina.
El presupuesto se incrementa con ciertos colores
Con las piezas de este puzzle tendremos que empezar a pensar en cómo queremos que sean los muebles de nuestra cocina. En cuanto al presupuesto, tienes que tener en cuenta que determinados colores pueden hacer que el precio se incremente considerablemente o que ciertas tonalidades más especiales no sean posibles sobre algunos materiales. No es lo mismo unos muebles blancos, los más habituales en las cocinas de hoy día -este color ha desplazado por completo a los beige y los madera-, que unos rosas, morados o naranjas.
En segundo lugar hay que pensar en la distribución que van a tener esos muebles puesto que ciertas tonalidades pueden abrumar mucho más al ojo que otras. Asimismo, también tienes que tener presente que una cocina con demasiados muebles en ciertos colores te acabará cansando a la vuelta de muy poco tiempo y los muebles de la cocina son de esas cosas que tienes que comprar pensando en que te van a acompañar un mínimo de 10-15 años.
Sé realista con cómo es tu cocina
Y además de tener en cuenta eso, tienes que ser realista con la cocina que realmente tienes. No es lo mismo una cocina cuadrada de 15 metros cuadrados, que una cocina cuadrada de 8 metros cuadrados o cocinas rectangulares de dichas medidas. Evidemente, cuanto más amplia sea la cocina, más muebles te pueden caber, y si eres de las que te gustan los colores vistosos, más bonito te va a quedar, sin esa sensación de agobio o de excesivo color. De ahí que las cocinas pequeñas pidan colores como el blanco, el gris o el beige, dejando los rojos, los verdes o los naranjas para cocinas más amplias.
En esa misma línea hay que tener en cuenta el color de los azulejos a la hora de elegir color tanto para los muebles como para la encimera; no obstante, esto casi nunca supone un problema porque rara vez los azulejos no son blancos -ya sea mate o brillo- y los suelos también suelen tener colores muy básicos dentro de la gama cromática de beige o grises.
Por último debes fijarte en la luz natural con la que cuentas. Dejando a un lado que, evidentemente, puedes poner más o menos luz artificial, es muy importante estudiar dónde está la ventana o la terraza y cuánta luz entra por ahí, así como a qué parte de la cocina ilumina. Esto es tan sencillo como que, si en una cocina con muy poca luz, pones unos muebles muy oscuros, va a parecer que estas en una cueva; mientras que en una cocina con mucha luz sí puedes aprovechar para poner más colores.
Color... pero sin pasarse
Y si después de estudiado todo esto todavía tienes muchas dudas sobre qué color elegir para tu cocina, el consejo más práctico y útil es que dejes a un lado tus colores favoritos o tus colores soñados y pienses de forma práctica. La cocina está para usarla, por tanto tienes que pensar en decantarte por algo práctico, cómodo, que se limpie bien, y que no te canse. Una cocina verde puede ser preciosa pero para un piso con una cocina de ocho metros cuadrados y una iluminación natural tirando a baja no es lo más adecuado, un blanco o un gris lacado te dará una sensación de mayor luminosidad y nunca te aburrirás de tus muebles.
Pero si todavía no te convence y quieres sí o sí poner color en tu cocina, lo mejor es que dejes ese toque de color para la puerta de algún armario o para la encimera. Así podrás tener tu color favorito en la cocina pero sin excesos que hagan que acabes odiándolo. Recuerda, menos al final siempre se convierte en más.